La Fundación VCF presidida por Társilo Piles decidió el pasado martes terminar de un plumazo con el último resquicio de credibilidad que le podía quedar. No hay plan de financiación, no hay nadie que vaya a pagar nada, ningún patrono, ningún empresario, ninguna institución y, por supuesto, tampoco el VCF.
No hay ningún "plan B", no hay opciones ni alternativas planteadas, nadie va a pagar la deuda de la Fundación VCF. La conclusión sería algo así como, "si Llorente quiere ser presidente y tener todas las acciones, que lo pague él".Bancaja se va a pagar a sí misma el dinero que se le debe, mientras mantiene reuniones para decidr quién es, o no, miembro del Consejo del VCF, de ese mismo Consejo que ha nombrado a 34 de los 47 miembros de la Fundación que decide sobre las gestiones que realiza el Consejo.
La credibilidad no se puede comprar, pero sí vender. La Fundación VCF ha demostrado que no hay plan, que no hay nada planificado y que, con la única premisa de aglutinar poder y ponerse al servicio de Llorente, sus patronos van tomando decisiones que únicamente sirven para comprometer, cada vez más, el futuro y la credibilidad de la propia Fundación y, por supuesto, del VCF.
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